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_a759.932 _bB158 2001 |
100 | 1 |
_aBailly, Jean-Christophe, _d1949- _97901 _eautor |
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240 | 1 | 2 |
_aL'apostrophe muette. _lEspañol. |
245 | 1 | 3 |
_aLa llamada muda : _bEnsayo sobre los retratos de El Fayum / |
264 | 3 | 1 |
_aEspaña : _bAkal, _c2001. |
300 |
_a175 páginas : _bilustraciones, retratos, fotografías en blanco y negro y color ; _c21 cm |
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_aLos Caprichos _v2 |
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500 | _aIncluye índice de nombres. | ||
505 | 0 | _aInvitación. -- "Has pintado el retrato de un muerto". -- Una población silenciosa. -- El taller. -- El umbral. -- "El jugo de los frutos caídos en aquel tiempo". -- El sudario del Museo Pushkin. -- El país que ama el silencio. -- El retrato y la ausencia. -- "¡Ánimo!". -- Un rostro, no una máscara. -- La llamada muda. -- La partida del rostro. -- "El sueño de una sombra". | |
520 | 3 | _a""Los vivos se descubren cada vez en el mediodía de la historia. Ellos se ocupan de preparar una comida para el pasado. El historiador es el heraldo que invita a los muertos al festín", escribió Walter Benjamin. Aquí, con los retratos de El Fayum, parece como si los muertos se invitasen por sí mismos, no de forma estruendosa, sino por la presión de sus rostros. Los retratos de El Fayum nos confrontan con unos rostros que nos miran desde un lugar neutro que no sería la muerte ni la vida, desde un lejanísimo pasado que adviene, por milagro, a nuestro presente. La representación de un rostro singular es como el calco de una singularidad: singularidad de cada rostro, singularidad de que existan o hayan existido aquellos rostros y de que en cada ocasión cada uno sea o haya sido único, último en ser así, viajando con ese rostro por la vida, enviado como tal hacia la muerte. Con el arte de El Fayum es como si el acabado que sólo a dioses o a reyes pertenece se hubiese concedido al fin al hombre, pero sin estrépito y lejos de cualquier apropiación, como un sedimento extremadamente fino —una piel, un pigmento, una encarnación. A través de estos rostros el gran sueño del Nilo en parte se mantiene y vuelve a flote, prácticamente ajeno a un mundo religioso rebasado, en un ritual perenne por el cual lo sagrado —el vínculo de la vida con la muerte— se vuelve una suerte de emulsión: desde esa luz mate y uniforme donde se abren, grandes, unos ojos." --tomado de la contraportada. | |
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